Si alguna vez buscas en internet “pueblos perdidos de X lugar” olvídate, no está perdido, está más que encontrado. Por eso en lugar del majestuoso Google empiezo a utilizar mi propio buscador, mis sentidos. Es la sensación de pasar por un lugar e invadirte una inquietud placentera de querer conocer. Básicamente alguien con vehículo, llámalo coche, camioneta o trailer, que va en la misma dirección que yo me hace el favor de dejarme subir y bajo en el lugar que me vibra una sensación especial.
Estoy en Transilvania, Rumania, probablemente voy a pasar un tiempo en casa de Sucindra, pero me toca esperar unos días porque en este tiempo están bajando los osos cada noche, osos de 2 metros y 400 kilos, y vemos dudosamente conveniente que yo vaya a plantar mi tienda ahí.
Pues mientras espero a tener un sitio sin osos hoy he llegado a Malnas (Arándanos en Hungaro, porque en esta parte de Rumanía se habla Hungaro), un pueblo de apenas 500 habitantes. Aquí no hay restaurantes, ni bares, ni hostales, ni nada formato turista, así que he tenido varios intentos de pedirle a algunos lugareños que si pudiera plantar mi tienda en su jardín, porque todas las casas tienen uno muy hermoso, y claro, ni yo hablo Hungaro, ni ellos ingles ni español y al parecer ni el lenguaje de señas. Cual mimo me ha tocado poner posturas de “estar durmiendo”, he hecho como la que roncaba, he dibujado luna y estrellas y nada, no se han dado por enterados, y faltando ya dos casas para terminar el pueblo como siempre todo fluye. Me han dejado dormir en el colegio de Malnas (colegio de 50 niños, 10 alumnos por clase, un gustazo), me han prestado incluso las llaves, y el lujo es que tiene hasta ducha.
La que yo he establecido como “mi familia de Malnas” me ha dicho “a las tres en casa para comer”, y allí que he ido a dejarme cuidar. Sopa, productos de su cosecha, vino incluido. La verdad que si hay algo que me maravilla de Rumanía son sus gentes, allá donde vayas la calidad humana es mas que generosa.
Pues así como me cuidan y me dan “vidilla” yo también voy por el pueblo saludando Szia! Szia!, y así también le saco yo a ellos una sonrisilla. Es divertido, creo que se preguntan que carajo hago yo en un lugar como éste si en apariencia y para ellos el lugar es solo un pueblo sin ninguna atracción especial, hasta el punto que un lugareño ha ido comentando a los demás lugareños que yo era una refugiada Siria, es tristemente divertido, pero no encuentran otra explicación por la que yo haya decidido parar aquí, y es por eso que lo amo, pues si una sola iglesia o escultura la indexara el Gran Google, todo sería demasiado artificial.
Aquí las casas y paredes, como a mi me gustan, están desgastadas naturalmente por la propia vida, piedra, madera, ventanas, texturas, colores, manzanos, pastores, caballos, imperfección.
Le monde est magnifique!